El Poeta, sentado en un banco de madera dentro un jardín alemán, busca en la hiedra que se come las piedras, o en la charca con peces naranjas, o en una nube… donde sea, busca la inspiración una fresca mañana de verano. Escribe en su libreta y lee satisfecho el resultado creyendo que la belleza de las palabras pocas cosas la pueden superar. Pero ¡ay! De pronto pasa por delante sus narices una chica fresca y vital que se diría que baila cuando camina. Y el pobre Poeta se queda, por primera vez en muchos años, ¡en blanco! Y sigue consternado a la muchacha con la vista y ella le devuelve una mirada fugaz con un buenos días desenfadado. Y de la boca del Poeta nada es capaz de surgir, un gemido quizás. Y ve cómo más adelante se inclina con picardía para entregar una moneda, y quién sabe si su corazón, a un intrépido malabarista de calle. “ Y quién pudiera ser malabarista para impresionar con trucos fáciles a esa chica maravillosa y así arrancarle una sonrisa y tener la osadía de acariciar sus curvas como si las bolas de colores fuesen…” piensa el Poeta. En fin, vuelve la vista a la libreta, pero las palabra ya no le resultan tan atractivas…
Crítica de Lluis Muntada a Els convidats de pedra, de Ponç Puigdevall.
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PUBLICAT A REVISTA "L'AVENÇ" (març 2016) LA TRADICIÓ DINS UN ABOCADOR
L’escriptor i crític literari Ponç Puigdevall aplega en un volum un seguit
de textos ...
Fa 8 anys
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