Una fresca mañana de verano, el Malabarista se dedicaba a su oficio dentro de un jardín alemán. Sus herramientas: tres bonitas pelotas de colores brillantes y un sombrero tendido al suelo para el contribuyente. Ensimismado en su tarea siente el tintineo de una moneda y vuelve la vista al frente. ¡Oh! Que chica más linda con una sonrisa pícara. Las bolas caen al suelo. Ahora sabe cómo se sienten las bolas, la chica está haciendo con su corazón lo mismo que él a ellas: ¡Malabares! “Y quién pudiera ser poeta para cantarle a esa chica lo infantil que es su mirada, lo dulce de sus ademanes y el amor que súbitamente se ha prosternado dentro de mi” piensa el Malabarista. En fin; recoge las bolas de colores, y prosigue con sus quehaceres para ganarse algún dinero. Y la chica se gira una última vez y se larga como flotando en el viento…
Crítica de Lluis Muntada a Els convidats de pedra, de Ponç Puigdevall.
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PUBLICAT A REVISTA "L'AVENÇ" (març 2016) LA TRADICIÓ DINS UN ABOCADOR
L’escriptor i crític literari Ponç Puigdevall aplega en un volum un seguit
de textos ...
Fa 8 anys
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